Así como el cine es lugar de encuentros, de amores escondidos, de momentos solitarios, o lo que a cada uno le signifique (quizás sólo el hecho de ir a ver una peli y nada más), también es lugar para que, en mi caso, me cuestione cosas acerca de mi futuro. Ya sea en cuestiones laborales o en otros asuntos.
Ahora quiero hablar de esos otros asuntos, y es que hubo un día que fuimos al cine con una amiga, a ver La Flor de mi Secreto, de Almodóvar. Sí, ya sé, es re vieja, pero la daban en un ciclo especial con pelis de él, en el Centro Cultural Borges. Una vez dieron las de Lynch, pero no fui a ninguna, (¡pucha!, porque había un par que no tenía vistas) así que me lo perdí por completo.
Lo principal de ésta ocasión es que la proyección era un día sábado, a eso de las siete u ocho de la tarde (tarde en ese momento porque era muy de día... por febrero).
Así que mi amiga y yo, llegamos, compramos las entradas, acaloradas, entramos en la sala (una especie de mini cine con sillas grises, comunes e incómodas), nos acomodamos, y descubrimos que éramos las únicas personas menores a 50 años que llegó a la proyección.
En total habrían ido, ¿diez señoras?, o por ahí... Y nosotras, claro.
Algunas eran amigas, iban de a grupos de cuatro, otras que fueron de a dos, un par solas, y entre ellas, había una que cuando estábamos entrando, mostró un papelito al señor de la entrada, explicando que le habían hecho un transplante de cornea, y que estaba habilitada, por esa razón, a entrar gratis... y pasó. Oh Dios, pensamos, le transplantan la cornea y ¿¿¿tiene que ver una película???. Fue algo cómico a lo que instantáneamente nos miramos y nos costó comprender tal situación. Para mí, la gente se aprovecha de todo para conseguir cosas gratis, hoy en día critican a la supuesta generación adolescente de "Las peteras", pero esta señora mayor me sorprendió, transplante de ojos (bueno, cornea), ver película, gratis... mmm... qué raro. Será que estaba prescripto en su receta oftalmológica.
Aclaro, nos descostillamos de risa muy por lo bajo.
Cuando la peli transcurría, yo moría de hambre, pero de todas formas, la pasé muy bien. Las señoras se descostillaban (sí, de risa también) a cada comentario o alusión a la soltería, a cada signo de soledad dramatizada tragicómicamente por las "chicas Almodóvar", y nos dimos cuenta que les causaba gracia porque realmente se sentían identificadas, o porque en algún momento de su vida se habrán sentido igual... (cosas de señoras).
El único momento en el que no pude contener mis costillas dentro del cuerpo para largar una carcajada vibrante y contagiosa, fue cuando en una parte, se muestra el plano detalle de una tele, con la transmisión de un programa donde la gente grita como loca, supongo yo, era un concurso para ver quién aguantaba más tiempo el gritar alguna palabra, o sólo dar un alarido.
La escena fue tan bizarramente encastrada entre dos otras escenas llenas de tensión, que no pude, no pude aguantar, y estallé. Mi amiga más tarde me confiesa que ella también se estaba conteniendo, pero que cuando me escuchó reir, ahí se largó ella también. Y nos descostillamos juntas sin parar, fue graciosísimo. Todavía me acuerdo y me da mucha risa.
De las diez señoras que había, incluso la transplantada, nadie se rió. Todas calladas... ¡¿Cómo no les causó gracia?! ¡Si fue genial!. Bueno, la cuestión es que no tuvimos vergüenza en rodar por los suelos agarrándonos las panzas del dolor que nos produjo la risa.
Cuando la peli terminó, las señoras, mi amiga y yo, nos fuimos. (Después caí en la cuenta que un sábado a esa hora sólo nosotras podíamos estar ahí, más las chicas del PAMI. En ese momento la juventud estaba vistiéndose de noche para recorrer la noche "taaap" de capital y alrededores.)
Antes de irnos les saqué una foto espontánea a las chicas, porque fue un buen momento para tener de recuerdo. También las filmé cuando se iban.
En fin, me cuestioné si yo, en el caso de llegar a vieja, seguiré teniendo esas salidas, seguiré yendo al cine con amigas, o yendo a tomar algo en un barcito para ponernos al tanto de nuestras vidas, reirnos, hablar de hombres, o de familia, de trabajos o de jubilaciones. Me pregunto seguido, si seguiré con el ánimo de seguir viviendo, como esas señoras que compartieron una linda noche mirando a Almodóvar y pasando un buen rato con gente que supongo, quieren.
Siempre digo lo mismo, yo de vieja, quiero salir con mis amigas, ir del brazo, hacer papelones en la calle, charlar mucho, tomar algo por ahí, ver películas en el cine, ir a eventos culturales, y quién te dice que, quizás en esa época nos fumemos algo juntas, en la calle (risas) o donde sea.
Hacer lo mismo que ahora. Divertirme, pasarla bien, tener un alma joven aún cuando tenga ochenta.