sábado, 11 de junio de 2011

El desamor en los tiempos de la tira de cola

Cuando se trata de ir a la depiladora, muchas sensaciones se le cruzan tanto por la mente como por el cuerpo a una pobre mujer que debe padecer los sinsabores de la vellosidad corporal.
Así es que aproximadamente una vez por mes (aquellas que no podemos dejar crecer el amazonas en nuestra piel) debemos atravesar por un período por demás molesto. El flamante día de la cita con nuestra amiga la depiladora, una puede pasar dos o tres horas haciéndose la idea de que debe tomar coraje para ir a ese sitio de tortura contemporánea, el centro de "belleza".
Creo que los hombres no lo saben, pero la depiladora es aquella persona a la cual nos entregamos por completo, y es quien conoce hasta el último agujero de nuestra intimidad. A ella nos abrimos de gambas boca arriba y boca abajo sin negarnos, y acceden a la visión más humillante de nuestro ser. Es el lugar para quien desea perder su último despojo de dignidad, para luego salir radiante, espléndida, y olvidar lo que hace unos minutos acabó de suceder.
Mientras una se entrega entonces, de esta triste manera a las manos de la pobre depiladora que debe mirar conchas y culos peludos todo el día, también se da la posibilidad de entablar una charla, de unos 40 minutos por mes, con esta señora que nos atiende con total naturalidad.
Y así mes a mes, nos escucha hablar de que no fuimos a depilarnos porque cortamos con nuestros novios y por eso llegamos con una arboleda, o que nos estamos yendo a depilar porque nos vamos un finde afuera, o de nuestros trabajos del orto, o de cosas que no le importan a nadie. Se pueden escuchar en los gabinetes de al lado hablar de enfermedades, de hijas que se van a depilar las axilas y de que la recepcionista pone una música de mierda. También se hablarán de otras compañeras como en cualquier laburo.
En particular mi depiladora me pregunta siempre por el amor en algún momento de la dolorosa sesión... y yo le respondo: "es complicado...".
Es complicado como el momento en que te están poniendo cera en toda la pierna, y sabés que en algún momento van a tener que tirar, y va a doler, y después te van a poner más cera en lugares más dolorosos, y van a volver a tirar, y vas a tener que contener la respiración para soportar más el dolor, un dolor ya conocido, pero que no va a dejar de doler nunca, que puede soportarse mejor o peor, pero sabés que tenés que enfrentar para después estar mejor.
Es así que entonces puedo decir que el amor es como una sesión de depilación, donde una consiente ser herida y sentir el dolor, por un objetivo válido como es la belleza, y en el caso del amor, el objetivo debe andar por ahí. El desamor es esa sensación de quedarte despojada, sin pelos, arrasados por la crueldad del amor, que duele, pero que en algún momento termina.



(se viene el premio nobel a la literatura de metáforas desagradables 2011. ¡Besis!)

1 comentario:

Julián Torrado dijo...

Gracias por volver.

(Simplemente eso)

Y gracias, en nombre de la universalidad masculina, por no estar con los cardos a flor de piel.